BIENVENID@S

Hola a TOD@S, Bienvenidos a este espacio virtual.
La problemática objeto del blog ocupa, un lugar central en las preocupaciones de los docentes que se dedican a la alfabetización inicial.
"La institución escuela ha asumido históricamente la responsabilidad pedagógica de enseñar a leer y escribir y por ello la necesaria formación del rol alfabetizador del maestro es responsanbilidad del sistema formador. Sin embargo, en las carreras de formación de profesores para la escuela primaria no existen acuerdos explícitos acerca de quienes son los responsables directos de dicha formación, de modo tal que el rol alfabetizador del docente no es reconocido y asumido en la práctica como un aspecto central de la carrera.
En este sentido, el sistema formador asiste al fracaso en la formación del rol alfabetizador del docente que se evidencia en la rápida y generalizada asunción, por parte del maestro novel, de las formas de enseñanza y de las representaciones en torno del proceso alfabetizador que le propone la escuela.
Este hecho constituye un fracaso no solo para el ISFD sino también para la escuela primaria que atraviesa una delicada situación en materia metodológica."

lunes, 31 de octubre de 2011

LA ENSEÑANZA INICIAL DE LA LENGUA ESCRITA

Estimados alumn@s: Le propone la cátedra, la lectura de algunas de las conferencias brindadas en el marco del Ciclo de Desarrollo Profesional docente en Alfabetización Inicial.
Deberán leer el texto, y expresar sus comentarios en este post. Es fundamental que cada uno realice el ejercicio propuesto, ya que la lectura les facilitará apropiarse  de elementos teóricos propuesto por la autora para ir generando un marco conceptual acerca de la alfabetizaciónn inicial.
Todo lo que vayan abordando será recuperado en instancias de evaluaciones parciales.
El plazo para considerar las intervenciones es de diez días a partir de la fecha de publicación.                                                                                                                             

miércoles, 26 de octubre de 2011

Edades Claves en el Desarrollo Infantil

El niño de tres meses

En esta etapa, el niño permanece despierto durante un período de tiempo mayor que en los meses precedentes. Durante la vigilia, comienza a coordinar movimientos simples y desaparece el movimiento de prensión. Atiende a estímulos, sonríe en respuesta a interacciones sociales. Siente placer ante sus emisiones sonoras. Su amamantamiento (que debería ser a libre demanda) constituye un momento privilegiado de intercambios afectivos, verbales y corporales.

El niño de seis meses

Permanece sentado solo o con un ligero apoyo. Amplía su campo de exploración interesándose por la manipulación de objetos y de su propio cuerpo. Llaman su atención diferentes fuentes sonoras, especialmente las verbales. Le agrada que hablen y jueguen con él. Comienza a distinguir a familiares y extraños.

El niño de nueve meses

Durante esta etapa ya es capaz de sentarse solo y de manipular con mayor precisión, dirigiendo sus acciones. Construye la noción de objeto, la que en adelante perfeccionará, es decir que el objeto existe independientemente de las acciones que se realicen sobre él. Ha establecido y mantiene vínculos con personas significativas, diferenciando perfectamente familiares de extraños. Presenta un vivo interés por los juegos verbales.

El niño de 12 meses

A esta edad el niño adquiere la posición erecta y la marcha, lo que le permite ampliar su campo de exploración y conocimiento del mundo. Manipula finamente los objetos con presión pinza. Comienza a decir las primeras palabras y tiene una mejor comprensión del habla adulta en relación con lo que es capaz de emitir. Le agradan los juegos de sacar y poner.

El niño de 15 meses

El niño de esta edad es un deambulador que explora activamente el mundo que lo circunda. Comprende mejor el lenguaje. Utiliza jerga y amplía su vocabulario (de unas veinte palabras). Conoce familiares por el nombre o parentesco. Juega solo y busca la interacción con el adulto, manteniendo su atención momentáneamente. Requiere a la madre como reaseguro; imita gestos.

El niño de 18 meses

Al año y medio domina la marcha. Se consolidan sus intercambios verbales, los que en adelante progresarán sostenidamente. Tiene un repertorio definido de palabras (alrededor de veinte), todavía con errores de pronunciación (dislalias evolutivas). Es escasa su capacidad para unir dos elementos léxicos (frase de dos palabras). No expresa frustración si no le entienden. Le agradan y muestra pericia en los juegos de desplazamiento (arrastrar juguetes). Inicia los juegos simbólicos.

El niño de dos años

A esta edad el niño perfecciona sus actividades psicomotrices y sus intercambios sociales: colabora en pequeñas tareas como desvestirse, ir al baño, comer solo, etc. Emite frases de dos palabras. Se refiere a sí mismo por su nombre y lo utiliza para pedir (por ejemplo: “Pedro agua”). Siente frustración si no le entienden, manifestándolo con desagrado o rabietas. Consolida el juego simbólico.

El niño de dos años y medio

Perfecciona el manejo de su cuerpo: salta, trepa, sube y baja escaleras, puede caminar en puntas de pie si se lo solicitan, manipula coordinadamente objetos pequeños. Tiene más destreza y manifiesta mayor independencia en los hábitos de higiene y alimentarios. Incrementa sus intercambios verbales (tiene un vocabulario de alrededor de 500 palabras). Utiliza el pronombre “yo” para referirse a sí mismo. Participa en juegos turbulentos de acción con otros niños: corridas, caídas, luchas. Usa un mismo objeto para representar cosas diferentes: un palito como micrófono, caballito, espada, escopeta, etcétera.

El niño de tres años

A esta edad se entretiene con actividades sedentarias durante períodos más largos haciendo una manipulación más fina del material de juego. Le atraen los lápices y comienza a realizar los primeros dibujos. Comprende “casi todo” lo que le dicen; utiliza un vocabulario de unas mil palabras. El 80% de sus enunciados es entendible aun para extraños. Relata experiencias. Realiza juegos grupales. Hace dramatizaciones representando roles adultos, diferenciados según el sexo (la mamá, la maestra, el doctor, etc.). Puede separarse por períodos relativamente largos de sus familiares, permaneciendo en el Jardín de infantes o en casa de amigos.

El niño de cuatro años

A esta edad el niño es capaz de realizar saltos en largo (a la carrera o parado). Su coordinación más refinada le permite intentar abotonarse la ropa y atarse los cordones de sus zapatillas. Puede copiar un círculo y una cruz. Su habla está establecida con pocas desviaciones de la norma adulta. Domina el sistema pronominal. Conjuga bien los verbos en el lenguaje coloquial. Ocasionalmente persisten dislalias evolutivas, sobre todo en el fonema /r/. Su vocabulario es de alrededor de 1.500 palabras. Se interesa por la lengua escrita. Hace dramatizaciones complejas, con abundancia de detalles y despliegue de la fantasía (le agrada disfrazarse). Inventa amigos imaginarios. Muestra una clara preferencia por el juego según el sexo. Se adapta bien a las exigencias de otros medios como las del Jardín de infantes.

El niño de cinco años

A los cinco años el niño muestra coordinaciones más complejas y manipulaciones más finas: puede cor rer, saltar, patear la pelota con pericia, manejar un triciclo o una bicicleta; es más apto para aprender a nadar, danzar, etc. Puede copiar un cuadrado y sus posibilidades de representación le permiten realizar dibujos en escenas con muchos detalles, aun cuando todavía no domine la perspectiva. Su lateralidad está definida. Comprende bien el lenguaje coloquial: habla “todo” con buena pronunciación y organización sintáctica, aunque todavía no utiliza las llamadas “estructuras tardías”. Su vocabulario es de alrededor de 2.000 palabras. Se interesa en la producción de otros sistemas de símbolos como la lengua escrita. A menudo sabe escribir su nombre, aunque su escritura es logográfica. Muestra regocijo y gusto por los juegos grupales, incluso cuando todavía no comprende bien los juegos de reglas. Presenta conductas totalmente independientes en la alimentación y el control de esfínteres.

El niño de seis años

Domina la marcha, corre midiendo la velocidad y puede detenerse cuando lo desea. Su sistema de representación es más complejo. Perfecciona su dibujo, aun cuando todavía sigue sin dominar la perspectiva. Diferencia claramente dibujo de escritura. Su competencia lingüística y comunicativa aumenta. Se perfeccionan sus habilidades metacognitivas, las que lo conducen a reflexionar sobre el código grafofonético. A menudo puede reconocer y escribir su nombre y otras palabras cortas familiares. Puede hacer clasificaciones unidimensionales. Cuenta y reconoce números. Puede narrar historias, aún imperfectamente. Puede participar en juegos reglados.

El niño de siete años

A esta edad, el desarrollo intelectual se consolida permitiendo al niño hacer clasificaciones jerárquicas (color, forma, tamaño). Adquiere la noción de conservación de la sustancia y la noción de número, que lo habilita para realizar operaciones simples. Su lenguaje evoluciona de modo tal que puede comprender mejor metáforas, realizar actividades metasintácticas (detecta agramaticalismos). Puede leer y escribir alfabéticamente, aunque no domina totalmente la norma ortográfica. Se consolidan sus interacciones sociales, mostrando preferencias por amigos.

martes, 18 de octubre de 2011

Un día en la vida de Yolanda

Por la mañana

Es muy temprano a la mañana y Yolanda abre los ojos. El viento silba entre las chapas del techo. Su hermano mayor duerme todavía. El bebé está despierto y la mira desde el costado. El bebé duerme en la misma cama que ella. Todavía somnolienta, Yolanda toca al bebé a ver si está mojado.
–Todo mojado el chango!
Se levanta y va a buscar la tela que usa como pañal.
Yolanda se pone los pantalones de gimnasia. El resto de la ropa la tiene puesta porque duerme vestida. Cambia el pañal a su hermanito y se va con él a la cocina. Desde la puerta de la casa mira a su mamá, que es un punto en la sierra, entre otros puntos blancos, las ovejas. Prepara el mate cocido y lo sirve con trozos de galleta. Su hermano se ha levantado y viene a la cocina. Comen en silencio. De vez en cuando, Yolanda le habla al bebé imitando el tono severo de la madre:
–Ahora te vas a dormir prontito, vos.
Yolanda sostiene el bebé en la falda mientras desayuna. Ha calentado leche y la pone en la mamadera. Se la da a su hermanito, lo hace dormir y lo deja sobre la cama.
Como liberada, Yolanda sale al patio a jugar. Su hermano y sus primos están jugando a subir y bajar de las pircas. Su hermano corre hacia un montículo cerca de la casa. Yolanda lo sigue y trepa con él. Desde allí mira y ve que su mamá está volviendo.
–Ahicito viene la mamá –le dice a su hermano.
Yolanda corre a vigilar al bebé y vuelve a salir. Habla con una amiguita que le cuenta que a su tía le dolía la panza.
–¿Y qué le hai dau? –pregunta Yolanda.
–Ruda –dice la amiguita– cuando le duele la panza damos.
–Yo tengo ruda –dice Yolanda, señalando el patio de atrás de su casa.
Yolanda entra en la casa. Su mamá ya ha vuelto y está en el fueguero preparando las cosas para el almuerzo.
Yolanda saca un cuaderno de una bolsa de nailon y lo pone sobre la mesa. Toma un lápiz.
El bebé llora y la mamá le dice que le dé un pedacito de galleta. Yolanda vuelve y se inclina sobre el cuaderno. No puede identificar bien las letras de ciertas palabras. Trata de recordar lo que ha explicado el maestro, pero no se acuerda. Escribe y borra, hace una letra y la vuelve a borr a r. La mamá la mira un momento y le dice:
–Hacé bonito.
Yolanda abandona la tarea y va ayudar a la mamá a preparar la comida. La tía de Yolanda se acerca a la casa y la mamá sale a hablar con ella sobre lo que le pasó al abuelo. Yolanda le dice al hermano:
–Falta sal a la olla, le voy a decir, le voy a decir. ¿Cómo no viene aquí, cómo no viene aquí?
Le falta sal a la olla.
–¿Le decís? –pregunta el hermano.
–Ella cuando está conversando no quiere, después cuando viene por acá recién. Entra la mamá, terminan de cocinar y se sientan sobre troncos a almorzar un guiso de carne de cordero, con papas y cebolla.

Por la tarde
En el camino a la escuela, Yolanda se encuentra con compañeros. Van saltando; al llegar, se reúnen en el patio. Hablan de la tarea. Ya en el aula, el maestro pide que saquen el cuaderno y vean la tarea del día. Están en la hora de Lengua y trabajan con la letra d.
–Hagan con letra de carta –dice el maestro.
Yolanda tiene dificultad con la letra d:
–Yo no puedo hacer con letra de carta.
Una compañera que ha terminado le dice:
–No, tenés que hacer así... ¿te borro?
–No, no, no... –con voz bajita, agrega –decile al maistro que... che...
Pero el maestro está ocupado con otros chicos y no la escucha. Finalmente, Yolanda se anima.
–Maistro, maistro..., yo no puedo hacer, este...
El maestro mira el cuaderno.
–Acá tenés que escribir la d con letra de carta –le dice.
Yolanda dice que no lo puede hacer. El maestro le pide a la compañerita que le ayude:
–Enseñale vos cómo va a escribir –dice.
Pero la nena no quiere enseñarle. El maestro le pide a otro chico que lo haga. El maestro pide atención a todos y les recuerda que han conversado sobre el día y la noche.
Maestro: –A la mañana, ¿cómo es?
Niño: –Es de día.
Maestro: –¿Qué sale?
Niño: –Sale el sol.
Maestro: –¿Qué es lo que nos da el sol?
Niño: –Calor .
Maestro: –¿Y cómo estaría si no hubiera sol?
Yolanda: –Helau.
Maestro: –¿No saben por dónde sale el sol?
Niños: (Señalan.) –Por atrás del cerro.
Maestro: –A la hora de comer, ¿dónde está?
Niños: (Señalan arriba.)
Cuando Yolanda llega a su casa, Marito la sigue. Yolanda encuentra a su mamá con el bebé. Le pide a Yolanda que lo duerma y que después venga a la cocina que hay trabajo por hacer .
La mamá le dice al hermano:
–Traé el balde con las mamaderas, vos.
Deben preparar las mamaderas para los corderos recién nacidos. El hermano de Yolanda trae el balde y Yolanda va llenando las mamaderas con leche. Si no ayudan a las ovejas que tienen poca leche, los corderitos se mueren. La mamá sale a encerrar las ovejas en el corral de pircas. Su hermano va detrás de ella con el balde y las mamaderas.

Por la noche
Cuando cierran el corral, la mamá se va a la casa a preparar la cena. Marito se acerca a Yolanda.
–Te va a agarrar el duende, Marito –lo asusta Yolanda.
Marito señala atrás de su casa y dice que ha escuchado un ruido en el gallinero.
–El duende –dice Yolanda–. Yo lo he visto. Unito con sombrero y pantalón negritus. Miedo me da.
Marito se va corriendo y Yolanda también entra en su casa algo asustada. Su mamá le da el bebé. Ya es de noche y la mamá tranca la puerta. Los chicos se sientan en silencio alrededor de la mesa. Con sueño miran la espalda de la mamá que prepara tortillas en el fueguero. A Yolanda “se le cae la cabeza”, pero debe estar atenta porque tiene a su hermanito en brazos. Afuera el silencio es total. Solamente el viento suena entre las chapas.
Comen tortilla con mate cocido y se van a acostar.

lunes, 10 de octubre de 2011

Un día en la vida de Diego

Por la mañana
Son las nueve de la mañana y Diego se despierta en la habitación que comparte con su hermana Camila. Ella ya está en la escuela, porque va al turno mañana. Diego oye la voz de su mamá:
–Dieguito, a levantarse, a tomar el desayuno.
Por la ventana llega el ruido de la calle, los colectivos que pasan y la voz, familiar para Diego, del diariero de la esquina.
Con mucha pereza, Dieguito, empieza a vestirse. De vez en cuando, su mamá entra y lo ayuda a atarse las zapatillas o a abrocharse la camisa. Ella es muy divertida y de repente tira a Diego sobre la cama y le hace cosquillas.
En la cocina, Diego ya tiene la leche servida, con pan, manteca y dulce de leche. Diego toma el tarro de dulce y señala: “Acá dice dullllce de leche”. La señora que ayuda a su mamá en las tareas domésticas tiene la radio prendida y Diego escucha las noticias. De golpe, con la boca llena, cantur rea:
–La-la-la-lá-la, la mejor crema dental... –acompañando un jingle de la radio.
Su mamá entra en la cocina y le dice a Diego que revise su tarea para la escuela a ver si está completa. Risueña le pregunta:
–¿Qué estabas cantando?
Moviendo las piernas en la silla, Dieguito repite:
–La-la-la-lá-la, la...
La mamá y la señora festejan a Diego.
–Eso mismo es lo que ahora tenés que usar vos –dice la mamá, y hace con el dedo el gesto de cepillarse los dientes.
Un rato después, Diego ha abierto su cuaderno sobre la mesa de la cocina y está eligiendo lápices de colores para completar un dibujo de su tarea. La mamá se inclina sobre el cuadern o .
–Muy bien, Diego, ¿qué tenés que hacer?
–Marisa nos leyó el cuento de un señor y un perro. Tengo que hacer un dibujo. No sé qué dibujar .
–¿Qué pasaba en el cuento?
–Que había un señor, don Tomás, que tenía mucha plata y era muy malo. Él tenía muchas peras y no le daba ni una a nadie. Entonces el perro las tenía que cuidar.
–¿Él tenía un per ro que cuidaba que nadie robara peras?
–Claro, y era malo.
–¿El perro era malo?
–No, don Tomás era malo y le pegaba al perro. Pero el perro era bueno. Entonces vino un chico con mucha sed y lo acarició y le dio peras.
–El perro dejó que sacara peras porque el chico tenía sed. ¿Y qué hizo don Tomás?
–Le pegó y lo echó.
–Pobre perro. ¿Y se quedó solo?
–No, se fue a la plaza donde estaban los chicos jugando y el nene se lo llevó a su casa.
–El nene que había sacado las peras.
–Claro.
–Mirá qué lindo cuento. ¿Y qué tenés ganas de dibujar?
–Cuando el perro va a la plaza.
–Bueno, dale. Pero fijate bien dónde hacés el dibujo. No dejés hojas en blanco. En el cuaderno hay que usar todas las hojas.
La mamá sigue con sus tareas mientras Diego trabaja. Cada tanto, la mamá supervisa el dibujo de Diego. Cuando termina, Diego escribe “perro”, “amaca” “toboan”. La mamá revisa lo escrito y le indica:
–“Hamaca” va con la “h” muda, mirá. (Escribe la palabra en otra hoja.)
–¿Y acá qué pasó? ¿Toboán o tobogán?
Diego corrige lo que escribió y se va a su cuarto. Saca unos muñequitos de plástico, personajes de una serie de televisión; se los lleva al patio y juega con ellos. Antes del mediodía le pide permiso a su mamá para ver dibujos animados en la televisión. La mamá le dice:
–Lavate las manos que vamos a almorzar, Dieguito.
Por la tarde
Se escucha la bocina del transporte escolar. La mamá le entrega a Diego una nota para la maestra.
–No te olvidés de dársela; dice cuándo tenés que tomar el remedio para la tos –le recuerda la mamá.
Dieguito ya está peinado y con sus cosas listas; sale corriendo. En la vereda lo espera el chofer de la escuela; desde la ventanilla, los chicos lo saludan. La mamá le da un beso antes de que suba al ómnibus y lo despide agitando la mano.
Cuando llegan a la escuela, Diego juega y charla en el patio con sus compañeros. En el aula, Diego enseña su dibujo de la plaza y las palabras que escribió a la maestra, que da muestras de asombro y de aprobación. Charla con sus compañeros, pero cuando la maestra pide atención, Diego la escucha. La maestra les propone contar adivinanzas.
A la tarde, Diego vuelve del colegio y le avisa a su mamá que en un rato va a venir Juan Manuel a jugar. Corre a prender el televisor y se pone a mirar su programa de dibujos favorito.
–Solamente un rato, Diego –advierte su mamá desde el escritorio donde está trabajando en la computadora. De repente, ir rumpe Diego.
–Mamá, poneme el jueguito de la compu... £dale!
–Bueno, pero solamente mientras hablo por teléfono con tu abuela.
En la pantalla aparecen los diseños y de inmediato Diego, con gran pericia y total naturalidad, toma el mando del juego. Oye la voz de su mamá que lo llama:
–Diego, vení a saludar a la abuela.
Dieguito corre al teléfono.
–Hola abu... Sí... Yo te llamo. Sí... 4632-3456... Sí, yo sé.
Por la noche
A la hora de la cena, el papá de Diego ya ha vuelto del trabajo. Está contento por una nota que ha sacado la hermana de Diego en la escuela. La mamá está en la cocina preparando una tortilla de papas.
–Vamos a hacer tortilla de papas. ¿Me querés ayudar, Diego?
–¿Qué tengo que hacer mamá?
–Pelar la papa con el cuchillo y cortarla en daditos.
–¿En qué...? En daditos.
–En daditos, ¿ves? Mirá, Diego, en daditos. Ahora cortás así y cortás en cuatro, no te cortés los dedos. Muy bien, después hay que agregarle huevos... £Cuidado!, no te cortés. Yo te las voy a cortar en rodajas y después vos las cortás en cuatro; cada rodaja vos cortala en cuatro; cuidado los deditos.
–Si me corto un poquitito no importa.
–Nooo, así, mirá, ahí.
–Ahí.
–Cómo que no, sí que importa... No ahí, apretá con el mango. No pongas el dedito donde está el filo del cuchillo porque te podés cortar; después comemos tortilla de dedos en vez de tortilla de papas...
–No puedo.
–Está perfecto. Mirá, Diego, en el mango apoyá el dedo, el índice. ¿Cuál es el índice? Vos sabés cuál es el dedo índice; ahí está: el pulgar abajo y el índice en el mango, en la parte de arriba del mango.
–Yo lo hago así.
–Muy bien, Diego.
Cuando Diego y su hermana terminan de bañarse se sientan en las sillas del comedor para cenar .
–¿Y a vos cómo te fue, campeón? –pregunta el papá.
–Bien –dice Diego y agrega–. La maestra retó a un chico que tiraba las cosas al suelo.
La mamá y el papá hablan y Diego escucha mientras come. La mamá cuenta que deberá hacer un viaje por trabajo al Brasil. Ha esperado este momento para comentárselo a los chicos.
–¿Saben que mamá va a tener que viajar? Dieguito la mira.
–Tengo que ir unos poquitos días al Brasil. Dieguito dice enojado:
–¡Por qué tenía que pasarme esto a mí!
El papá y la mamá se ríen.
–¿Vas a ir en avión? –pregunta la hermana.
El papá empieza a explicar.
–Sí, yo voy a llevar a mamá al aeropuerto y...
–Va a tomar uno de esos aviones nuevos –interrumpe Diego–. Llevan como a 500 personas y llegan enseguida.
–¿Ah, sí? –dice divertido el papá.
–Yo lo vi en la tele –y Diego hace con el tenedor como un avión que aterriza.
–Esos aviones son para viajes más largos, a Europa, por ejemplo –explica la mamá–. Yo voy a ir más cerca. Les voy a mostrar donde queda el Brasil, justo arriba de la Argentina.
La mamá trae un mapa de América del Sur. Todos se inclinan sobre el mapa y trazan con el dedo el recorrido del avión.
Ya es de noche y Diego tiene el pijama puesto. Está con sus muñequitos sobre la cama. Entra el papá y se sienta en el borde de la cama para leerle un cuento.

jueves, 22 de septiembre de 2011

DESARROLLO PSICOLÓGICO

¿Qué entendemos por desarrollo psicológico?
El desarrollo psicológico constituye un proceso de cambio que acompaña todo el ciclo vital. Comprende las transformaciones que comienzan a estructurarse desde el nacimiento y que progresivamente “permiten a las personas abordar con mayor eficacia los problemas de la vida cotidiana” (Rogoff, 1993).
El estudio del desarrollo psicológico temprano, si bien tiene antecedentes remotos, ha tenido un impulso notable durante los últimos treinta años a la luz de distintas perspectivas teóricas. Se ha convertido en una de las preocupaciones fundamentales en el campo de la psicología por sus implicancias como indicador de la calidad de vida de una población.
Durante todo el ciclo vital aparecen cambios evolutivos que caracterizan períodos particulares, generalmente denominados infancia, adolescencia, adultez y senectud. Esta caracterización puede variar en función de las consideraciones teóricas que se realicen al respecto. Pero no existe duda sobre la importancia del desarrollo psicológico durante la infancia, aunque se han moderado las consideraciones de su influencia irreversible a lo largo de toda la vida.
En cada período es posible observar la aparición de determinadas manifestaciones que expresan una organización particular –que tiene su soporte en los períodos anteriores, pero que resulta cualitativamente original, tanto de los que lo preceden como de los que le siguen–.
No existe una concepción única y singular sobre la que estén de acuerdo las diferentes teorías que se han ocupado del tema. Sin duda, todas reconocen tanto la importancia que reviste, la complejidad del proceso y la intervención de múltiples factores determinantes, como la necesidad de realizar algún tipo de recorte para emprender su estudio.
LAS DIMENSIONES DEL DESARROLLO
El desarrollo psicológico durante los primeros años de vida generalmente se estudia a través de manifestaciones que se diferencian de manera más o menos arbitraria, porque no es posible abordarlo en su conjunto. Entre esas manifestaciones se encuentran las referidas a la evolución de la psicomotricidad, la construcción de la inteligencia, la adquisición del lenguaje y la competencia social, que incluye la incorporación de las normas y los valores de una cultura determinada.
• El desarrollo psicomotor se refiere al conjunto organizado de acciones intencionales que el niño realiza en su interacción con el entorno. Involucra el manejo del cuerpo en el espacio y el reconocimiento de aquél como propio. La maduración neurológica (estar a punto para...) y el equipamiento sensoriomotor constituyen las condiciones biológicas que posibilitan la organización psicomotriz. Se reconocen como hitos importantes para su evaluación en los primeros años de la vida los relativos a la locomoción y al control del cuerpo, y las habilidades manipulativas finas ya que son las expresiones más importantes.
La comunicación y el lenguaje constituyen fenómenos complejos para el intercambio de mensajes y la representación del mundo y de uno mismo. Si bien existen diferentes códigos para la comunicación (mímico, gestual, oral, verbal), sin duda el verbal es el específicamente humano, que hace posible, además, el acceso al mundo de la cultura, es decir, el acceso a lo simbólico en su más alto nivel de complejidad.
• El desarrollo de la sociabilidad se vincula con la adquisición de un conjunto de pautas, normas y valores culturales de diferente importancia y complejidad que posibilitan la adaptación del niño a su medio, como la independencia en la alimentación, la higiene y el control de esfínteres, los juegos y los modos de relación con pares y adultos de su grupo de pertenencia, en todos los casos excediendo el nivel de hábito o habilidad necesarios para cargarse de significación y, finalmente, la incorporación de principios éticos y morales en su sentido más amplio.
En las siguientes secciones, veremos de qué depende el curso del desarrollo, especialmente durante la infancia.
¿Qué papel juegan la herencia y el ambiente en la determinación del desarrollo?
Para la identificación de las características del desarrollo infantil temprano es esencial entender no sólo su significado y estructura sino también los determinantes que pueden afectar su curso.
Los determinantes biológicos
Ya hemos analizado en módulos anteriores el papel que juegan los determinantes biológicos, específicamente los referidos al desarrollo del cere b ro humano, tanto desde el punto de vista de la especie como de la evolución de cada individuo. Pero debemos aún examinar el papel de los determinantes ambientales.
“Los humanos son criaturas del cerebro, pero no únicamente. A diferencia de otros organismos participamos de una rica cultura que ha tenido su propia evolución durante muchos millares de años. De hecho no tenemos elección, somos tanto criaturas de nuestra cultura como creaciones de nuestro cerebro.” (Gardner, 1993.)
La polémica en torno del papel que juegan ambos determinantes –biológicos (herencia) y ambientales (medio)– ha persistido a lo largo del tiempo. Actualmente, si bien no ha perdido interés, se plantea en términos de la interacción que existe entre ambos factores.
LA CANALIZACIÓN DEL DESARROLLO
El concepto de canalización del desarrollo, introducido por Mc Call (1981, citado por Palacios, 1998), hace referencia a las características que impone nuestro código genético a lo largo del ciclo vital, responsable de las similitudes que tenemos como especie.
Indudablemente nuestro código genético posibilita, en primer lugar, la aparición de determinados atributos que nos definen como seres humanos y nos diferencian del resto de nuestros compañeros del reino animal.
Pero, además, el código genético determina, en parte, una agenda madurativa (Palacios, 1998) gracias a la cual aparece una cronología predeterminada de adquisiciones: completamos la maduración neuronal, nos salen dientes, caminamos, aprendemos diferentes cosas, somos capaces de procrear y finalmente envejecemos a determinada edad. Sin embargo, ese calendario puede sufrir modificaciones, hasta cierto punto, por las influencias del medio.
Los seres humanos nacemos con características y potencialidades específicas: una morfología determinada y la posibilidad de desarrollar algunas competencias que les están vedadas a otras especies, entre ellas, la facultad del lenguaje.
La psicología transcultural se ocupa de indagar las semejanzas entre los seres humanos y las diferencias que pueden ser atribuidas al modelado e influencia de las fuerzas culturales y sociales que la antropología ha reconocido desde hace ya muchas décadas bajo la forma del papel regulador de la cultura sobre la personalidad.
El efecto del medio parece ser menor durante el primer año de vida y, en consecuencia, las semejanzas entre los seres humanos son más marcadas en la primera infancia porque todavía no han mediado de manera acumulativa los factores ambientales responsables de las diferencias interindividuales que existen entre ellos.
A medida que se avanza hacia edades superiores, la influencia del medio es enorme. Esas diferencias se incrementan cuanto mayores sean las diferencias en los contextos sociales en los que transcurre la vida de los individuos, como lo han testimoniado los estudios transculturales que han permitido observar las características diferenciales de sujetos que provienen de culturas diversas.
Pero cuando se trata de poblaciones con necesidades básicas insatisfechas, los efectos del medio pueden presentarse muy tempranamente. En muchos casos es posible observar que puede llegar a vulnerarse el equipamiento biológico y, por consiguiente, la actualización de potencialidades psicológicas, por ejemplo, el efecto de la desnutrición infantil durante los dos primeros años de vida.
Secuencia y cronología del desarrollo
Desde la perspectiva del peso relativo de los factores biológicos y ambientales, se deben señalar las diferencias entre la secuencia y la cronología del desarrollo. La primera se re f i e re a la sucesión de adquisiciones que aparecen a lo largo del tiempo y la segunda, a la edad promedio de aparición de esas adquisiciones.
En ambos casos es necesario considerar cuáles son las características universales que asumen y cuáles las características particulares correspondientes a una cultura singular. Es decir que en el análisis del desarrollo que, como señalamos, designa los cambios que aparecen durante el despliegue del ciclo vital, no puede dejar de considerarse que cada cultura “determina”, al menos hasta cierto punto, de un modo característico los procesos de culturalización y, por consiguiente, tanto la secuencia como la cronología de aparición de determinadas manifestaciones que lo ponen en evidencia.
La secuencia y la cronología del desarrollo aparecen como más universales en los primeros años de la vida, como resultado del proceso de canalización, es decir que el peso relativo mayor de la agenda madurativa en esas edades posibilita que aparezcan determinadas manifestaciones y no otras. Por ejemplo, no resulta posible que un niño camine a los cuatro meses de edad, con independencia del medio en el cual viva.
Otra de las características universales corresponde a la velocidad del ritmo del desarrollo en los primeros años de la vida que se va lentificando a medida que se avanza hacia edades cronológicas mayores. Es posible observar las grandes diferencias que median entre las posibilidades de un recién nacido y las de un niño de dos o tres años en cualquier cultura. Pero esas diferencias no son tan ostensibles a edades mayores. Además, cuando los sujetos avanzan en su desarrollo la importancia de los contextos de crianza se vuelve mayor, de modo que es difícil seguir sosteniendo una secuencia y una cronología universal del desarrollo con independencia de los factores culturales que modelan su curso.
Los períodos críticos del desarrollo
Actualmente se han moderado las consideraciones en torno de la existencia de períodos críticos en el desarrollo que afirmaban que ciertos aprendizajes, que requerían de experiencias singulares y precisas, deberían hacerse en una determinada época de la vida, pasada la cual, o bien no se harían o se harían con muchas dificultades.
Aunque no existen dudas acerca de la influencia de las experiencias precoces en el logro de determinadas adquisiciones se considera que el peso de esas influencias está determinado no solamente por su precocidad (ya que actúan desde los inicios de la vida) sino además por su estabilidad (permanecen estables a lo largo del tiempo) (Palacios, 1998), puesto que es razonable pensar que en contextos semejantes el mismo tipo de influencias persista a lo largo del tiempo.
Cuando se observa que las influencias ambientales no promueven de manera adecuada el desarrollo infantil deben mediar intervenciones específicamente programadas, como las que se implementan en los programas compensatorios. Dichos programas son importantes en especial respecto de la promoción del lenguaje oral y, más adelante, del lenguaje escrito. Por ello, no sólo debe atenderse oportunamente a los niños pequeños cuando se detectan demoras en el desarrollo (del mismo modo que cuando se detectan demoras en el crecimiento) sino que esa atención debe prolongarse durante un período significativo de la vida que cubra no sólo la primera infancia sino toda la etapa escolar.
La consideración de la cronología permite observar, además de variaciones culturales, variaciones interindividuales entre las cuales pueden aparecer demoras en el desarrollo, es decir, la presentación tardía de algunas competencias o capacidades. Es importante detectarlas oportunamente para investigar los factores que las determinan y actuar en consecuencia, puesto que si bien algunas demoras pueden no ser importantes, otras, en cambio, pueden anunciar problemas mayores en todo el curso del desarrollo.
Las estrategias de intervención resultan especialmente necesarias cuando se trata de sectores sociales con necesidades básicas insatisfechas.
En tales casos, el estudio del estado del desarrollo psicológico infantil se vuelve imprescindible para optimizar los recursos destinados a la intervención temprana y sistemática, que deberían focalizarse en la infancia en situación de riesgo bio-psicosocial.
Pero la cultura no actúa solamente para suplir, desarrollar y extender las capacidades orgánicas sino que constituye el ingrediente básico de esas mismas capacidades (Geertz, 1996). La cultura actúa mediante sus invenciones específicas, de su modo de ver el mundo y de las contribuciones de los otros compañeros humanos.
En relación con ello, se ha destacado el papel de la microcultura comunitaria y familiar. Durante los primeros años de vida se enfatiza el papel de la madre o de quien cumpla su función, ya que de su sensibilidad maternal dependerá en gran medida la presentación ordenada (significada) del mundo de acuerdo con las posibilidades y necesidades del niño. Durante los años preescolares y escolares adquiere relevancia el papel de los maestros, principales agentes que intervienen en la alfabetización infantil.
Finalmente, aparece como determinante del desarrollo la potencialidad de organización personal característica de los individuos.
Podemos resumir entonces el papel de los determinantes que afectan el desarrollo de la siguiente manera:
• El código genético que determina nuestras características específicamente humanas y una agenda madurativa de aparición.
• La maduración neurológica cuyo efecto consiste básicamente en abrir nuevas posibilidades de desarrollo, es decir, en dar paso a estructuras que no podrían aparecer antes de que se presentaran dichas posibilidades; pero entre posibilidad y realización tiene que intervenir una serie de otros factores.
• La transmisión social, cultural y educativa, que determina el tipo de experiencias adquiridas, mediadas por prácticas sociales particulares, que le otorgan su significación. La progresión del desarrollo podrá acelerarse o retrasarse según sea el ambiente que rodea al niño. Sin embargo, si bien éste nace en una comunidad cuyo capital simbólico está constituido por el conjunto de representaciones, conocimientos, normas y valores, deberá atravesar un largo camino que le permita incorporar activamente ese capital simbólico.
• La maduración, el ambiente social y la experiencia no bastan para explicar el desarrollo. Según Piaget e Inhelder (1973) interviene un cuarto factor, la equilibración, que permite realizar una síntesis y una autorregulación de los restantes, peculiar de cada individuo, que expresa su carácter individual y sus diferencias con los semejantes.
“Mientras la capacidad para las acciones inteligentes tiene profundas raíces biológicas y una evolución histórica discernible, el ejercicio de esa capacidad depende de la apropiación que haga el hombre de modos de actuar y pensar que no existen en sus genes sino en su cultura. Obviamente, hay algo en la mente humana o en la naturaleza humana que media entre los genes y la cultura y que hace posible que esta última sea un recurso protético para la realización de la primera.” (Bruner, 1986.)
Recordemos que el desarrollo psicológico:
constituye un proceso complejo de cambio que acompaña todo el ciclo vital;
• implica las transformaciones que comienzan a estructurarse desde el nacimiento y que progresivamente “permiten a las personas abordar con mayor eficacia los problemas de la vida cotidiana”;
• en las primeras etapas de la vida se manifiesta mediante la evolución de la psicomotricidad, la construcción de la inteligencia, la adquisición del lenguaje y la competencia social, que incluye la incorporación de las normas y los valores de una cultura determinada.
Hemos examinado los factores hereditarios y ambientales que determinan el curso del desarrollo. Pero debemos reflexionar que, si bien cada uno de ellos contribuye de modo sustancial, ninguno de manera aislada resulta suficiente por sí mismo. Todos actúan de modo conjunto y se influyen recíprocamente. En consecuencia, la alteración en uno de ellos modifica la síntesis que da unidad al proceso.

viernes, 2 de septiembre de 2011

PROGRAMA ALFABETIZACION INICIAL

PROGRAMA

UNIDAD CURRICULAR: ALFABETIZACIÓN INICIAL

Fundamentos epistemológicos y didácticos

La escuela debe garantizar el derecho social e individual a la educación. En este marco tiene relevancia, como política educativa global, la inclusión en los Diseños Curriculares de la unidad curricular ALFABETIZACIÓN INICIAL.
Alfabetizar es introducir a los niños en la cultura escrita, es decir que la alfabetización inicial constituye la base, el pilar o cimiento, en la formación de lectores comprensivos y críticos y de escritores competentes. Por ello,   el desarrollo de estrategias de enseñanza de la lengua escrita, la lectura y la escritura, es el eje sobre el cual debe fundamentarse la labor docente. En este sentido, los contenidos de esta unidad curricular se centran en el desarrollo de estrategias y recursos que permitan al futuro docente apropiarse de contenidos y formas de hacer, secuenciadas y articuladas.
La enseñanza de la escritura implica la integración de enfoques pedagógicos, principios metodológicos y marcos teóricos disciplinares actualizados y pertinentes respecto de conceptos sobre leer y escribir que atiendan a las intenciones de producción, los efectos en la recepción y las condiciones del contexto y que sean  superadores de la idea de “decodificación”, como acto independiente del sentido. 
El Constructivismo Social sustentado en dos grandes enfoques: el psicognético piagetiano, cuya principal representante es Emilia Ferreiro, y el sociohistórico, cuyo referente es Berta Braslavsky, representa un ruptura en cómo se pensaba y se llevaba a cabo hasta hace no mucho la alfabetización inicial.

PROPÓSITOS
·         Adherir al  concepto alfabetización como un proceso que se desarrolla durante toda la vida.   
·         Atender a  problemáticas según contextos socio-culturales diversos, especialmente en articulación con contenidos de Educación Intercultural
·         Desarrollar en el futuro docente estrategias didácticas que les permitan dirigir el proceso de enseñanza-aprendizaje. 
·         Proponer modelos para elaborar estrategias en un proceso de apropiación y transferencia del modo de actuación.
·         Reflexionar  sobre prácticas de enseñanza,  de manera continua, sistemática  y crítica; 
·         Concebir el  aula como un espacio de producción y de      reformulación de conocimientos y estrategias

CONTENIDOS

Eje I:
Enseñanza de la lectura y la escritura y desarrollo de la oralidad. Relaciones de complementariedad y diferencia entre lengua oral y lengua escrita.
Eje II:
Selección, organización y secuenciación de contenidos y actividades.
Eje III:
Diseño y adecuación de estrategias y recursos alfabetizadores a contextos de interculturalidad y heterogeneidad.
Eje IV:
Complejidad de la alfabetización inicial. La alfabetización como derecho social.
Eje V:
Historia de los métodos. Aportes de las teorías piagetiana, socio-histórica y cognitiva a la alfabetización.

ORIENTACIONES METODOLÓGICAS

Se propone el abordaje de contenidos disciplinares  desde una perspectiva pedagógico-didáctica concurrente con el Constructivismo Social y que comprenda entre otras acciones: 
• Observación de campo y análisis de cuadernos y de  textos escolares como práctica continua, sistemática y crítica.
• Reconocimiento del aula como espacio de producción y de reproducción de conocimientos, escenarios, significados y sentidos de las prácticas.
• Reflexión permanente sobre las prácticas desde la  continuidad de aprendizajes en la alfabetización temprana. 
• Permanente consulta de marcos teóricos actualizados y pertinentes al aprendizaje  del código escrito, como un proceso en construcción que se desarrolla durante toda la vida.
• Atención a la transposición según el contexto socio-cultural de la región, la escuela y la clase. 
• Focalización en  variables socio-ambientales (ecología del aula) e individuales que condicionan y/o determinan la resignificación de conocimientos.
• Fortalecimiento de saberes desde la oralidad, la lectura y la escritura en diversidad de géneros discursivos en situaciones significativas de aprendizaje. 

BIBLIOGRAFÍA  

• Borzone, A. M. (1999): “Conocimientos y estrategias en el aprendizaje inicial del sistema de escritura”, en Centro de investigaciones lingüísticas. Facultad de Lenguas. Universidad Nacional de Córdoba. Lingüística en el aula, Año 3, Número 3, 
• Borzone de Manrique y Signorini, (1988): “Del habla a la escritura: la conciencia lingüística como una forma de transición natural” en Lectura y Vida Nº 9.
• Braslavsky, B., (2003): ¿Primeras letras o primeras lecturas? Una introducción a la alfabetización temprana. Buenos Aires, F.C.E.
• Bruner, J.  (1988): Desarrollo cognitivo y educación. Madrid, Morata, 1988.
• Castorina, A. et al. Piaget, Vigotsky: (1996): Contribuciones para replantear el debate. Buenos Aires, Paidós. .
• Chartier, A. M. ( 2003) Enseñar a leer y escribir, una aproximación histórica. México,
• Daviña, L. (1999): Adquisición de la lectoescritura. Revisión crítica de métodos y teorías. Rosario, Homo Sapiens 
• Ferreiro, E. et al. (2000)Sistemas de escritura, construcción y educación. A veinte años de la publicación de Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño. Rosario, Homo Sapiens, 
• Melgar, S y  Zamero, M., (2006) Todos Pueden Aprender, Módulo Lengua, Buenos Aires, Unicef. 
• Ministerio de Educación de la Nación. (2000) Propuestas para el aula. Lengua. EGB 1y 2 Serie 1.
ALFABETIZACION INCIAL: ALGO MÁS QUE LAS PRIMERAS LETRAS

Todos los problemas de la alfabetización comenzaron cuando e decidió que escribir no era una
profesión sino una obligación y que leer no era marca de sabiduría sino marca de ciudadanía.
E. Ferreiro (Pasado y presente de los verbos leer y escribir, 2001 )

En nuestro país desde las últimas décadas del siglo XX el término alfabetización ha sido adoptado en diferentes campos en los que se ha generalizado su uso y se han tornado habituales expresiones como las de “alfabetización científica”, “digital”, “tecnológica”, “informática”, entre otras. En estos campos el término se asocia a un conocimiento general ligado a la difusión rápida y masiva de avances producidos en los últimos tiempos, que pueden compararse, en nuestro siglo, con lo que la alfabetización lingüística representó a fines del siglo XIX y principios del XX.
Por otra parte podemos diferenciar dos concepciones complementarias de alfabetización: una de ellas la considera un proceso amplio, difuso en sus límites y perfectible de por vida, es decir un aprendizaje asistemático que acompaña el desarrollo vital del sujeto permitiéndole de modo permanente la profundización o ampliación de los aprendizajes básicos. La segunda concepción, más específica, define la alfabetización como un proceso de índole lingüística que consiste en el aprendizaje de la lengua escrita y los procesos de lectura y escritura. En este último sentido, la alfabetización se concibe como un aprendizaje escolar y sistemático que ocupa un lugar central en la educación inicial y primaria (Alisedo y otras, 1994).
Desde diferentes ámbitos académicos, se señala la necesidad de redefinir el concepto de alfabetización proponiendo en algunos casos una ampliación de los conocimientos requeridos para considerar alfabetizado a un sujeto o planteando que hace falta superar el concepto como sinónimo de mera técnica gráfica (Freire, 1970; Simone, 1992; Teberosky y Tolschinsky, 1995; Giroux, 1997; Ferreiro, 1997 y 1999); en otros, abriendo el debate acerca del iletrismo como fenómeno que se produce a medida que aumentan las exigencias que definen la alfabetización (Chartier, 2000) o reconsiderando el alcance de los términos alfabetizado/analfabeto (Petrucci, 2003) y la idea de abismo creciente entre uno y otro polo, generado por los avances tecnológicos de las sociedades en materia de comunicación escrita o de oralidad secundaria.
Por su parte, frente a estas tendencias la Asociación Internacional de Lectura (IRA) propone centrarse en la lectura y la escritura “antes que en definiciones más amplias de alfabetización” acentuando “la importancia de la enseñanza ya que la alfabetización no emerge naturalmente” (IRA, 1998). La IRA y la NAEYC (National Association for the Education of Young Children) insisten en una concepción de alfabetización como continuum del desarrollo de la lectura y la escritura que debe tener en cuenta tanto las variaciones individuales de los niños como sus diferencias variaciones culturales.
Asistimos entonces a procesos simultáneos: por un lado la rápida generalización de usos metafóricos (Braslavsky, 2004: 61) de los términos alfabetización y alfabetizado y por otro, la redefinición de estos conceptos marcada por una notoria tendencia a la ampliación de conocimientos que se incluyen en los mismos.
Pero más allá de la polisemia del término y de sus metáforas, cuando hablamos de alfabetización en sentido específico, nos referimos a un proceso de naturaleza lingüística que consiste en el aprendizaje de una lengua escrita; este aprendizaje implica el desarrollo de procesos cognitivos de lectura y escritura y de prácticas culturales muy específicos para cuya apropiación se requiere enseñanza sistemática.
En la historia de la cultura escrita este proceso está marcado por la desigualdad ya que no hubo ni hay una sociedad letrada en la que la actividad de leer y escribir “fuera o sea practicada por todos los individuos que forman parte de la misma” (Petrucci, 2003: 27). A diferencia de la lengua oral, la escritura establece una desigualdad tajante entre quienes escriben y/o leen y los que no lo hacen, entre quienes lo hacen bien y mucho y quienes lo hacen mal y poco, y de ese modo:

revela la distribución social de la riqueza, la diferencia de sexos, edades, geografías y culturas. Está directamente determinada por las ideologías y las estrategias de distribución del poder político, económico y cultural y, en consecuencia por las funciones y los mecanismos del sistemaeducativo de toda sociedad históricamente identifcable. (Petrucci, 2003:27).